José Luis PaderAuthor website

PRUEBA: Peugeot 508 GT 1.6 PureTech

La segunda generación del Peugeot 508 apuesta por la deportividad en todas sus facetas, lo que en esta versión GT de gasolina llega a su extremo, a la espera de las variantes híbridas, con 225 caballos de potencia y un chasis soberbio.

La marca del león está dando en la diana del diseño desde que lanzó el 3008/5008. Es más que patente en el 208, que está a la vuelta de la esquina y que se presentó en el Salón de Ginebra, y, por supuesto, en la segunda generación del 508. Son varias las marcas que están apostando por el formato de berlinas con perfil de cupé. Podemos remontarnos al Mercedes Benz CLS, que fue el pionero en este siglo, pero también al VW Passat CC o al más reciente Arteon, su hermano mayor. Lo cierto es que, aunque hablamos de una categoría del mercado que casi se han comido los SUV, aún tiene sus adeptos entre los clientes particulares y, sobre todo, entre los gestores de flotas y empresas de “renting”.

Si quitásemos las matrículas al 508, bien podría pasar por un coche-concepto y no un modelo que sale de cadena de montaje. Es, probablemente, de los más atractivos de su categoría, quizás solo superado por el flamante BMW Serie 3. El afilado y agresivo frontal con las luces diurnas que parecen los colmillos de un felino, el bajo techo, parabrisas y luneta muy inclinados y una zaga muy lograda. Si estuviera en mi lista de la compra, descartaría los colores oscuros, que quitan presencia a la singular banda ahumada que flanquea los grupos ópticos caracterizados por las tres barras luminosas. Además el hecho que de cuatro se haya pasado a cinco puertas –con la posibilidad de que el portón sea motorizado- es un valor añadido a la hora de cargar objetos voluminosos o pesados en un maletero que es 14 litros más capaz; ahora 487 litros, que es una cifra de las mejores de su categoría.

UN INTERIOR CON REPAROS

Donde ha perdido enteros es en la habitabilidad. Y no porque sea 8 centímetros más corto -4,75 metros de longitud- y tres más de anchura total sino porque los pilares del techo están muy inclinados, para ofrecer ese aspecto de berlina-cupé, de tal modo que el conductor tiene el borde superior de parabrisas más cerca de lo normal, los ocupantes de las plazas posteriores también el techo muy cerca y que incluso la accesibilidad sea algo incómoda. La ausencia de marcos en las ventanas hace que el techo tenga una mayor responsabilidad estructural del chasis, lo que hace que en esa zona de las puertas resulte más voluminoso por dentro, lo que nos obliga siempre a inclinar mucho la cabeza para entrar o salir del coche. Es quizás su “punto negro”, porque por lo demás, el interior no merece reproche alguno. La calidad de materiales y ensamblaje es la que podemos encontrar en rivales de marcas alemanas ”premium” con rivales ostensiblemente más caros.

Para compensar ese punto negro hay que elogiar elementos del equipamiento como el tablero de instrumentos digital, configurable de un modo muy intuitivo desde un mando rotatorio del inusualmente pequeño volante –achatado por arriba y por abajo- del denominado “i-cockpit” por Peugeot. Es una pantalla de 12,3 pulgadas con cinco modos de visualización de la información denominados Mínimo, Cuadrantes, Navegación, Conducción y Personal. La pantalla táctil del sistema multimedia es  de 10 pulgadas para las versiones GT Line y GT, con una buena disposición de los menús  y correcta rapidez de reacción. Bajo ella, las elegantes teclas para las funciones principales que ya estrenó el 3008; un 10 en originalidad y estilo.

LA CONDUCCIÓN, A SU FAVOR

Para empezar, hay que recalcar que al volante del 508 tendremos la impresión inicial de estar en el habitáculo de un monoplaza o prototipo de carreras, como en su día lo fue el 908 de las 24 Horas de Le Mans. El asiento bastante cerca del suelo, al estilo de las “berlinettas” italianas, el volante singularmente pequeño, la instrumentación por encima de él y una consola central muy voluminosa que nos deja casi encastrados, pues casi supera la altura de nuestra pierna. Al principio cuesta un poco adaptarse al pequeño diámetro del volante y de sus achatadas partes superior e inferior, pero es cuestión de kilómetros cogerle el tranquillo.

Más allá de esto, a las órdenes del acelerador tenemos un motor de gasolina de 1,6 litros y 225 caballos que por su funcionamiento no parece turboalimentado. Su respuesta es muy progresiva, no es nada explosivo a partir de la zona media del cuentavueltas, pero sí permite tener unas buenas aceleraciones, siempre teniendo en cuenta de qué potencia hablamos. Quizás lo más relevante está en que sus consumos son de notable, rozando el sobresaliente. A lo largo de más de 1.000 kilómetros de prueba hemos tenido siempre en el ordenador de a bordo un gasto medio de 8,2 litros a los 10 kilómetros, que solo pasa a los dos dígitos si nos aplicamos en una conducción deportiva sacando todo el provecho al motor mediante su caja de cambios, automática de convertidor y con ocho velocidades. Ni una pega en su uso en modo automático, aunque en uso manual, mediante las levas del volante, si queremos hacer cambios rápidos, se echa de menos una mayor celeridad en el enclavamiento de las marchas.

Peugeot suele otorgar a sus coches un leve carácter deportivo al ajuste de la amortiguación de sus coches. Es por ello que invita a la diversión en carreteras viradas. Es más ágil, en ese sentido, que la mayoría de los rivales que puede encontrar entre las marcas generalistas y solo un peldaño por debajo del “pre-premium”  Alfa Romeo Giulia, que es el referente si no contamos a los alemanes. La unidad probada disponía de los tres modos de conducción que trabajan sobre la reactividad de motor y cambio y sobre la amortiguación de ajuste electrónico: Normal, Comfort y Sport. Como suele ocurrir con la mayoría de suspensiones adaptativas de este tipo de coches, no hay diferencias ostensibles entre los grados de firmeza entre cada ajuste. Eso sí, incluso en el ajuste más cómodo para los pasajeros, el 508 1.6 PureTech ofrece una precisión en las trayectorias que es de lo mejor de su categoría, por encima de los Talisman, Mondeo, Mazda6 y hasta VW Passat. Además, la dirección contribuye a ello por tacto y los frenos están ahí para sacarnos de algún apuro incluso tras una “animada” baja de un puerto de montaña cántabro. Otra cosa que hay que elogiar es que el control de estabilidad no es nada intrusivo, como sí lo son las asistencias a la conducción; en especial el asistente de mantenimiento en el carril, que nos corrige a trazada en cuanto pisamos las líneas del asfalto, salvo si activamos el intermitente: un rollo a la hora de practicar la conducción deportiva. Mejor desactivarlo en ese caso. Pero en conducción tranquila, y en especial en atascos, mejor activada, como todas las demás: un útil sistema de cámara de visión nocturna que aparece en la esfera derecha de la instrumentación, con un alcance de 200 a 250 metros, la visión cenital del coche mediante cámaras, el asistente de aparcamiento , el control de crucero adaptativo con función de parada y arranque en retenciones y mantenimiento en el carril, el frenado de emergencia con detección de peatones, reconocimiento de señales de tráfico, de peatones, cambio de luces cortas-largas automático y el aviso de vehículos en el ángulo muerto.

Más asequible que los contendientes alemanes  y que algunos de sus rivales europeos y asiáticos por relación valor/precio, esta versión 508 GT 1.6 PureTech tiene todos los ingredientes para cautivar a todos quienes se han dejado cautivar por la demonización del diésel, pero que con él van a poder disfrutar de unas excelentes prestaciones, en consonancia con su deportivo aspecto y chasis, un mejor consumo y por un coste a particulares en “renting” alrededor de 500 euros (IVA incluido). Mejor, imposible.